El lanzarse
a la aventura se asemeja tremendamente a echar volados. Una de dos, ganas y te
la pasas muy bien o pierdes y no paras de refunfuñar y culparte de haber tomado
una decisión tan estúpida. Por ejemplo, hace muchas lunas me encontraba viendo
los Grammys (de hecho, creo que era 1993 o 94). Muchas cosas sucedieron en esa
ocasión, sucesos injustos y tristemente memorables que hicieron que perdiera mi
respeto y confianza en esa premiación. Aunque para ser sinceros nunca la tuve
en un pedestal muy alto. Por ejemplo, esa vez U2 ganó el premio a Mejor Disco Alternativo por encima de los Smashing Pumpking y Soundgarden. De entrada, ¿qué
diablos hacían ellos en esa categoría? Hasta Bono se notó incómodo cuando recibió
la estatuilla (caso similar a Messi recibiendo el Botín de Oro en Brasil 2014).
Esa misma noche Frank Sinatra fue homenajeado por su sobresaliente carrera
musical y el omnipresente Bono dedicó unas palabras a la “La Voz” antes que
este último saliera al escenario a recibir su reconocimiento. Sin embargo, Frank no pudo decir todo lo que tenía planeado ya que los organizadores,
importándoles poco la jerarquía del señor, prefirieron cortar el micrófono, irse
a corte comercial y dejarlo hablando solo. No creo que alguien recuerde alguno
de los comerciales transmitidos entonces, lo que es cierto es que hasta la
fecha ese oprobio no ha sido olvidado. Esa misma noche Billy Joel hizo
referencia al incomodísimo momento mientras tocaba “The River of Dreams” (si no
quieren escuchar toda la canción vayan directo al minuto tres).
Ese
desastroso día también tuve la oportunidad de escuchar por unos pocos segundos a
un grupo completamente desconocido para mí que estaba nominado en un par de
categorías. Y como me gustó lo que escuché pues me propuse lanzarme a la
aventura y comprar su disco, así, sin haber escuchado una canción completa. Un
par de semanas después fui a El Péndulo de La Condesa donde encontré “Star” de Belly. Hasta la fecha ese es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos.
La semana
pasada, 16 de julio para ser exactos, decidí emprender otra aventura y fui a
ver al multiinstrumentista australiano Xavier Rudd. Para ser sincero sabía muy
poco de él. Tenía entendido que el chango es vegetariano y aunque apenas había
escuchado dos canciones suyas me pareció que valía la pena darle una
oportunidad.
Entré a El
Plaza Condesa después de zamparme una de las empanadas de carne que vendían en
un changarro contiguo al otrora cine ahora multiforo para el entretenimiento,
arte y cultura (por cierto, la empanada estaba bastante buena). La música ya
comenzaba a sonar pero no se llamaba Xavier, eran Los Fontana. Rock folk de
manufactura nacional con bastante onda que vale la pena escuchar. Por cierto,
el vocal me recordó al que cantaba en Kerigma… En fin, basta ya de abuelear.
Kerigma vive, raza |
El tiempo
pasó y el grupo abridor terminó, se encendieron las luces y comenzaron a reacomodar
el escenario para recibir al plato fuerte de la noche. El lugar estaba lejos de
estar lleno pero era una entrada decente. Sobresalían las mujeres de greñas
alborotadas, sin gota de maquillaje, pantalones bombachos con estampado batik y
playeras sin mangas. Sólo les faltaba tener el sope peludo y oler a pachuli
para ser un estereotipo total… Aunque para ser sincero no me puse a examinar
sus axilar ni a olfatearlas por lo que puede que en efecto se tratase de
estereotipos totales andantes.
La espera no
se prolongó mucho y las luces se volvieron a apagar. Sobre el escenario
aparecieron tres músicos, el principal iba descalzo y presumía un peinado al
estilo pájaro loco. Lo que siguió fue la demostración de que cuando uno decide
irse a la aventura la cara de la moneda puede no favorecernos. Xavier se la
pasó mareando a la gente con una verborrea hippy sobre la “buena vibra” y que
si sentía “buena vibra” en ese lugar y de cómo si tenemos “buena vibra” el
mundo va a cambiar y que si la “buena vibra” por aquí, la “buena vibra” por
acá, “buena vibra” por delante, “buena vibra” por detrás... Pero por si el
choro demagógico no fuese suficiente, las canciones que Mr. Rudd y compañía
tocaron eran cuasi-eternas, o por lo menos así se sentían, interminables y
aburridas. Aunque probablemente lo peor de todo es que les metía toques de
reggae ¿puede haber algo peor? Fue una pesadilla. Hubo dos canciones que no
estuvieron tan mal, “Follow The Sun” y otra en la que tocó el digeridoo (claro,
no tenían rastros de basura hippy), pero por más que traté de aguantar no pude,
era demasiado martirio para mí. ¡Simplemente no soporto la música para chemos
abraza árboles!
Buena vibra, hermano |
Eventualmente
acepté mi derrota y me retiré del lugar antes que terminara el concierto. Me fui
después de un lapso que se sintió como un chapuzón en el mar profundo sin
tanque de oxígeno y con zapatos de concreto.
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