miércoles, 5 de marzo de 2014

Calacas: vida después de la muerte


Hay veces que las comparaciones son inevitables. Sin embargo, esas mismas comparaciones llegan a ser insoportables e innecesarias. Cuando uno escucha que un espectáculo con tintes circenses se va a presentar en la Gran Carpa Santa Fe de la Ciudad de México, el mismo lugar en el que siempre se ha presentado el Cirque du Soleil, uno puede sentirse inclinado a pensar que estamos hablando de lo mismo. Sin embargo, cuando se trata de Calacas (producción del teatro ecuestre Zingaro) cualquier comparación, no sólo con el circo francés, sino con cualquier otro espectáculo, es probablemente injusta y fuera de lugar. Las diferencias emergen desde que uno se acerca al recinto. En lugar de ser recibido por una alegre carpa azul y amarillo tipo pirulí, uno se topa con una inquietante montaña negra que sobresale en el moderno paisaje de Santa Fe, esa zona de la ciudad tan alejada de la realidad y posibilidades de la mayoría de los mexicanos.

Al cruzar las puertas e ingresar a la estancia de la carpa uno es sorprendido por música mexicana de tiempos inmemoriales, bueno, no tan vieja, pero sí como de hace cien años, como de la Revolución. Por cierto, algo que es muy importante tener en consideración es que uno no puede entrar una vez que comienza la función, así que es muy importante tomar las previsiones pertinentes. Una vez dentro del pequeño palenque ambulante que se yergue como símbolo del sincretismo entre la alegría de la fiesta circense y la solemnidad de la muerte, uno cae en cuenta que las cosas van a ser muy distintas de lo que uno pudo haber imaginado; ya que, como si fuésemos parte de un ritual milenario, somos abrazados por el olor a incienso y una obscuridad sepulcral (combinación rara, inusual y hermosa).Acto seguido, los asistentes comenzamos a tomar nuestros asientos. A pesar que el lugar no está lleno la gente de seguridad no se daba abasto pidiéndole a los presentes que no tomen fotos (Hay secretos que no deben ser revelados… todavía). Todo termina y comienza cuando los muertos se levantan a bailar y a volar por el cielo de este inframundo al poniente de Changotitlán. Caballos montados por jinetes cadavéricos comienzan a pasearse por encima de los asistentes y a hacer suertes sobre lo que parece ser un carrusel gigante que da vueltas y vueltas, así como la vida, que continúa y no se para por nada ni por nadie.

También, igual que la vida misma, el espectáculo no tiene tregua, fluye de forma continua, sin intermedio y sin pausa. De igual modo, así como la muerte, uno no puede decir que se quiere salir, pero una vez dentro uno se queda hasta el final. Durante casi dos horas uno es testigo de una puesta en escena envolvente, en varios planos, la acción sucede enfrente, atrás, arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, por todos lados. Es difícil recordar cuantos actos son presentados. Algunas veces son acrobacias, otras veces son bellas estampas (combinación de hombre, bestia y baños de luces) algunas tan fugaces como la vida misma. Además, prefiero evitar entrar en detalles respecto a qué es lo que pasa y arruinar la sorpresa a los que piensen asistir a Calacas. Lo que sí es una realidad es que la yuxtaposición de imágenes, colores, olores, sonidos e ideas en la que somos sumergidos tienen un efecto fascinante y poderoso sobre los asistentes (o por lo menos lo tuvo en mí). Es increíble como la muerte puede ser al mismo tiempo hermosa y tosca, divertida y pomposa, común y extraordinaria.

Los invitados a la fiesta de la vida después de la muerte son varios y están cuidadosamente vestidos (a pesar de tantos años bajo tierra). Desde calaveras chocarreras, jaguares guardianes, voladores de Papantla, charros panzones, pachucos, fridas, chinchineros y, por supuesto, decenas de hermosos corceles, cada uno más hermoso que el anterior (no me pregunte de razas porque de eso no sé). Todo al ritmo de son jarocho, banda zacatecana, corridos revolucionarios y los juegos de cuatro percusionistas en vivo.

En Calacas la muerte está de fiesta, la muerte se enamora, la muerte se divierte, la muerte busca justicia, la muerte se pinta de colores, la muerte no se olvida de nadie, la muerte te espera, la muerte está por todos lados y muere de ganas para que la vayas a visitar.

Calacas



 





Calacas se presentará hasta el 23 de marzo en la Gran Carpa Santa Fe de la Ciudad de México. En este enlace pueden ver una entrevista con algunos de los actores y Bartabas, el creador de este chou.

Todas las fotos fueron tomadas por la gran Toni.

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