sábado, 6 de octubre de 2012

De Los Tigres del Norte pa’ la banda


Muchas veces he escuchado que, independientemente de la música que te guste, uno tiene que ir a ver a Juan Gabriel y a Luis Miguel en concierto por lo menos una vez en la vida. Yo fui a ver a Juan Ga hace unos siete años, en ese entonces el divo de Ciudad Juárez no se asemejaba a la señora mórbidamente obesa que es hoy, en ese entonces él simplemente parecía una señora rechoncha. Si bien no me pareció el mejor concierto del mundo, creo que me divertí. En lo que respecta a Luis Mi, nunca he ido a verlo básicamente porque tengo miedo de su fanaticada. Sí, tengo pavor que sus seguidoras me escuchen criticar la poca originalidad y decadencia del cantante y me acribillen con sus tacones. Además he escuchado que sus conciertos siempre son lo mismo y no son nada fuera de este mundo.

Hace unos años se me ocurrió que hablar de Luis Miguel y Juan Gabriel como los mejores cantantes populares en vivo era un poco injusto ¿Por qué sólo ellos valen la pena? Es por eso que, después de hacer un análisis (relativamente) concienzudo, se me ocurrió candidatear a un grupo harto popular, incómodo y censurable para unos, héroes y juglares de la realidad nacional para otros, ídolos de la música norteña: Los Tigres del Norte.

El 30 de septiembre pasado tuve la oportunidad de ir a verlos al Auditorio Nacional de la Ciudad de México para comprobar si sí son muy chipocludos o los idealicé demasiado.

Me sorprendí apenas me acerqué al lugar del concierto. Nunca en mi vida había escuchado tantos acentos tan diferentes reunidos en un mismo lugar o visto a tantas personas con botas y sombrero. Esto último me lleva a algo muy importante, lo folclórica de la indumentaria de muchos de los asistentes (lástima que no llevé cámara). Por ejemplo, fui testigo de como la vestimenta onda ‘presentador de Bandamax’ no es usada únicamente por la gente en la televisión. También me sorprendí al ver más hombres con arete que en un concierto de rock. Una pareja muy en la onda Brokeback Mountain (los hombres que van en pareja y se visten exactamente igual siempre despertarán sospechas). Pero mis favoritos fueron unos individuos que parecían parientes de Los Tigres del Norte, a quienes no tuve más remedio que bautizar como ‘la familia leopardo’. Cuatro personajes muy elegantes, ataviados con prendas hechas con tela ‘aleopardada’. La mayoría de ellos llevaba este motivo en el chaleco, pero la que le puso más ganas al disfraz fue la mamá, con sus zapatos, pantalones, chaleco y sombrero con tela de leopardo. ¡Grrrrrrrrrr!

Yo llevaba puesta una playera de Pumas, así que no desentonaba del todo si consideramos la vibra felina que se vivía.

El concierto comenzó con la proyección de un pequeño documental sobre la realización del Unplugged que hicieron para MTV. Eso y todas las personas con violines, violonchelos, contrabajos y demás sobre una plataforma en el escenario me hizo suponer que iba a ser un concierto muy en línea con lo que se transmitió en el otrora buen canal de televisión. Nada más alejado de la realidad ya que la orquesta tocó en aproximadamente cuatro canciones y sólo se notó su contribución en una (la que cantan a dúo con Paulina Rubio). El concierto duró algo así como cuatro horas, personalmente nunca había visto grupo o cantante alguno tanto tiempo sobre un escenario (con excepción, tal vez, de las bandas que tocan en las bodas). Esto se debió a que en algún momento de la velada estos norteños dijeron que mientras el público pidiera canciones, ellos los complacerían. Dicho y hecho, hordas de personas se acercaron al escenario a dejar papelitos o decir de viva voz qué canción quería escuchar. Algunos más aprovecharon la ocasión para sacarse la foto con su Tigre favorito o pedir que le mandaran saludos a la familia tal o cual. Gracias a esto el concierto se convirtió en una tocada improvisada, sin pies ni cabeza e hizo que la duración del recital fuera tan dolorosa e innecesariamente larga. Yo me quedé hasta el final por necedad y porque lo tome como una competencia. ¿Quién se cansaría primero? ¿Ellos o yo? Con mucho orgullo les puedo decir que yo gané (eso sí, en cuanto terminó el concierto salí volando).

En fin, por un lado me da gusto que este grupo con 44 años de trayectoria, más de 55 discos grabados y más de 60 millones de copias vendidas le de gusto al público; por otro, me da lástima que lo que pudo haber sido un gran concierto se haya vuelto un suplicio por las razones antes expuestas. Por cierto, aprovecho para enviar un corte de manga a la gente que convirtió el evento en una especie de concurso de popularidad donde parecía que lo más importante era que los cerca de 10,000 asistentes se enteraran que Los Tigres del Norte tocaron la canción que se le pegó la gana a la familia Pérez o que Juan le manda muchos saludos a Juanita.

Pero no todo fue tan malo ese día. Escuché todas las canciones que conocía y me gustan, las cuales van de los narco corridos, hasta las canciones de desamor, de la denuncia social hasta las rolas para echar el bailongo. Los videos que proyectaron son obras maestras kitsch y deberían ser consideradas patrimonio cultural de la nación. Además, ellos son todos unos personajes: Jorge Hernández es un excelente frontman, la forma en que se dirige a la gente es única (entre locutor de estación guapachosa y presentador de lucha libre), además tiene una colección de acordeones impresionante (similar a los montones de guitarras de algunos rockeros); Hernán Hernández es hizo un genio del bajo y Eduardo Hernández deslumbra con el dominio de cuanto instrumento musical le pongan entre las manos.

En fin, a casi una semana del concierto todavía no puedo dar un veredicto rotundo respecto a si me gustó o no. Por un lado, pude escuchar algunas buenas canciones y presencié cosas muy pintorescas y divertidas; sin embargo, lo desesperante de la gente y la duración exageradamente larga anula las cosas buenas. Quizá es una buena idea preguntar a otros asistentes, como el embajador de los Estados Unidos en México, Anthony Waine, qué les pareció la actuación de Los Tigres del Norte.

Los Tigres del Norte “La Manzanita”


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