sábado, 25 de abril de 2009

If You Are Feeling Sinister


El ataque de gripe porcina (¿o no sería mejor llamarla la cochina gripe?) es el tema de conversación de todo México y sus alrededores. Creo que está bien que el gobierno tome las medas pertinentes para evitar la propagación de la enfermedad y que la población se informe para reducir la probabilidad de contagio. Pero lo que no me parece tan bien es que la gente comience a perder la cabeza, cual gallina degollada, se vuelva paranoica e incluso comience a hablar de cosas como que “este es el principio del fin”. Este tipo de individuos tienen todo mis desprecio, repulsión y falta de respeto, pero lejos de darles unas bofetadas (que se las tienen bien merecidas) para que regresen a sus cabales, creo que es mejor opción alimentar su miedo y entretenerse con su reacción.

Por ejemplo, cuando alguien dice que va a vacunarse cuando la influenza (también conocida por algunos como la “influencia”) yo no desperdicio la oportunidad de decirles que eso no sirve para nada porque esa vacuna es eficaz sólo para determinadas cepas y que, como este virus es completamente nuevo, esta forma de inmunización le hace los mandados. Las reacciones que me he encontrado ante este comentario son dos: 1) El aludido se tapa los oídos y comienzan a tararear alguna melodía irreconocible o 2) se quedan callados y bajan la mirada a modo de derrota. Además, lo que digo no es sacado de la manga, lo dijo la Organización Mundial de la Salud.

Otra cosa se me ocurrió mientras iba a mi casa y veía a algunos peatones con tapabocas ¿Por qué no estornudarle a alguno de estos sujetos para ver su reacción? Algunas de las personas con las que he compartido esta idea me han dicho que de seguro recibiría un golpe, yo creo que en lugar de eso la gente correría despavorida. Otra opción es ir a la oficina, estornudar en repetidas ocasiones y quejarse por la temperatura, hasta podrían agregar un casual “¿Qué no tienen calor? ¿Por qué no le suben al aire acondicionado?” Y para darle un toque más de realismo podrían esparcirse algunas gotas de agua en la cara. Van a ver si nos les dan vacaciones.

En tercer lugar, la influenza puede ser el pretexto perfecto para no ir a alguna fiesta/reunión/comida que les de flojera o para evitar salir con alguien que simplemente no les late. Sólo tienen que decir “disculpa que no vaya, pero con esto de la influenza mutante pues estoy un poco asustado/a ¿Verdad que me entiendes?”. Sé, de buena fuente, que esto funciona a la perfección. De hecho, me la aplicaron el viernes pasado. ¡Esta epidemia es el nuevo “me duele la cabeza”!

Y para terminar, por supuesto que no puede faltar un poco de jocosidad musical apocalíptica. Aunque en un primer momento mi terna estaba conformada por “It’s The End of the World As We Know It (And I Feel Fine)”, “Paranoid” y “El mundo se va a acabar”; a final de cuentas mi gallo terminó siendo Catch My Disease”.

Ben Lee “Catch My Disease”


No dejen de rockear y de patear traseros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde aquel trágico lunes todo ha empeorado, miles de muertos, quizá millones, no se sabe.
México está cerrado al mundo, los hijos del quinto sol mueren poco a poco, las profecías mayas resuenan en la conciencia, un enigma por resolver, una mente maligna, un país cerca de sucumbir ante un virus y sólo un héroe capaz de devolver la luz de esperanza...


San Juán del Río Qro, 6 de Junio de 2009, un bar de ambiente en algún lugar de la zona popular de la ciudad, un hombre...

¡Hoy era el gran día amigo! Le decía a un ser (nunca supe si hombre o mujer) que me acompañaba en mi tristeza. Desde que escuché el album negro estuve esperando este día, pero gracias al maldto virus cancelaron el concierto de Metallica. Me embriagué, y como concecuencia común de esos días, recobré la conciencia cuando mi pareja en turno prendió un cigarro y me hacía algunos comentarios, preguntas, supongo que para no sentirse usada(o). Si el techo y el espejo que no me dejaban ver el firmamento por alguna razón se hubieran derrumbado y si un cometa hubiera pasado por allí en ese momento le habría pedido que desaparezca el cuerpo desnudo que estaba al lado mío para que me dejara dormir. Fué lo último que recuerdo antes de la llamada que interrumpió mi sueño con Lars Urlich.
Hola agente P,dijo una voz familiar, ¿agente P?, creo que conozco esa voz, ¿acaso es...?, pensé. Sí, soy yo, el Negro, necesito que estés en mi rancho del Oro lo más pronto posible, colgó. Tomé un baño rápido, restos de cerveza y mi Camaro chocolate.
¿Así que es cierto?, el Negro está vivo. Creía que lo habían enterrado en su Partenón guerrerense. Recordé que gracias a su poder pude entrar en el selecto grupo de los E.S.T.A.R.S., decidí no pensar en ello y disfrutar de Death Magnetic mientras recorría las curvas mexiquenses.
Me recibieron 20 hombres armados, me desnudaron por seguridad del Negro, al fin me llevaron a su oficina.
Tienes cara de que tuviste una noche parecida a aquellas por las cuales no podías saltar de agente AFI a miembro de E.S.T.A.R.S., dijo con voz burlona. Si me hablaste para burlarte de mí aspecto, termina rápido por que tengo una cita en la noche con una chica gótica, contesté. Pero -siguó diciendo-conservas tu valor y sobretodo, tu amor por las rerezas, por eso te llamé. Necesito que busques a esta mujer, lánzó una foto a su escritorio de una chica de quizás 18 años, rubia. Es hija de uno de los científicos que asesinaron hace poco, ya sabes, esos que decían que estaban cerca de encontrar la cura. Me dio una 45 cargada, 3 cartuchos de repuesto, se levantó de su escritorio, descubrió la ventana que en principio le daba la espalda, para observar alrededor de 25 mujeres bañándose en una alberca, desnudas. No pierde el estilo, pensé. Di la media vuelta y me fuí.
El Negro confiaba en mí, juntos creamos al final del sexenio de Salinas un monstruo, incluso ganamos buen dinero con la venta de playeras. No me daba muchas pistas, sabía cómo funcionaba mi cerebro, quién me decía que mi búsqueda debería comenzar en el DF, en la la delegación Gustavo A. Madero. Los científicos eran capitalinos y yo tenía un ex-compañero que me debía favores en el departamento de homicidios.
La ciudad estaba vacía, nunca me tomó tan poco tiempo llegar a la delegación. Tampoco nunca faltó la presencia humana, salvo ese día. Bajé de mi fiel corcel, toqué a la puerta. Allí comenzó mi pesadilla.
Con una patada de mula me abrí espacio para entrar, estaba sucia, siempre lo ha estado, pero no en sentido físico, como ahora. Recordé el chiquero de mi abuelo. Mientras buscaba el interruptor de la luz escuché pasos que se acercaban a mi rápidamente, saqué mi 45, le paunté en la cara. Estaba sucio, tenía aspecto de muerte, sangre en lo que parecía haber sido una camisa, un color horrible, pensé que era un zombie y antes de decidirme a jalar del gatillo me dijo: no me mates, soy sólo un desempleado buscando un poco de comida. Le vacié el primer cartucho en la cabeza. No sé si por lástima o por mi no desaparecido coraje contra el maldito virus. Revisé sus bolsas en busca de algo útil, encontré una llave con forma de diamante. La curiosidad me hizo buscar eso que abría esa llave. Después de dos horas encontré un viejo casillero. Abrí. Encontré un cuerno de chivo, mertiolate y tres macetas con una planta cada una, dos verdes y una roja. Debe ser de la que fuma Zeus, pensé.
Corté un poco de cada una, la envolví en papel arroz. Olía raro. Antes del tercer toque lo apagué. Me llevó al espacio sideral. Nunca olvidaré mi experiencia dentro de una delgación abandonada, pero mucho menos, lo que sentí al encontrar en un cuarto secreto de la misma un cuadro con una inscripción rara: SIMI CORP.

continuará...